Tengamos una plática honesta. Entre tú y yo, porque nos conocemos bien.
¿Cómo sería mañana si morimos hoy?
¿Crees que verán de forma romántica el que aún seamos jóvenes y no hayamos alcanzado a realizar todo lo que esperaban de nosotras?
Pero si era tan joven, tenía un futuro por delante. Así creo que sonarían la mayoría de las personas que se enteraran.
Todas esas personas no sabrían lo felices que fuimos —a ratos—, pero que sabíamos disfrutar de nuestra soledad y de nuestros momentos de reflexión.
Tampoco sabrían de la batalla interna que llevábamos desde hace algún tiempo, no sabrían de cómo lo intentábamos a diario.
Pararnos de la cama, tomar una ducha y correr hacia las obligaciones adultas.
Nadie sabría de nuestros diarios, ni sabrían distinguir qué fue real y qué no en ellos.
Pero sí sabrían qué les dijimos, cómo las hicimos sentir. Sabrían la forma de nuestros abrazos, la risa escandalosa y los ojos chiquitos cuando reíamos. Es mejor que se queden con ello.
Si morimos hoy, probablemente no es lo que queríamos. ¿O sí?
Lo más seguro es que no queríamos, pero el cuerpo no pudo resistir más.
¿Dejaríamos pendientes?
No muchos.
La gente a la que amamos sabe que la amamos. ¿Verdad?