Nadie es bueno para las despedidas. O ¿Sí? ¿Cómo se sabe?
En eso pensé cuando leía los diarios de Pizarnik. Me gustaría escribir tanto como ella y como Castellanos.
Vi la película de Los adioses. ¿Por qué si somos mujeres increíble aceptamos hombres absurdos? Con ese sabor me dejó la pelicula.
¿Aceptar el sufrimiento sólo para continuar dejando versos que puedan sentirse? Qué irracional.
Creí conocer mi cuerpo entero, hasta que hoy logré verlo desnudo. Frente al espejo, con todas esas marcas que deja la ropa. Con todas esas cicatrices del cambio en la elasticidad de la piel.
Leí de nuevo a Pizarnik. ¡Qué dolor! Uno es capaz de soportar tanto, a veces sin darse cuenta del todo.
Me gusta creer que mejoro y avanzo.
Trataré de llenar el vacío de los renglones con algo bueno, con algo significativo.
Cuando hay vacíos en este diario significa que todo fue fatal o muy bien –siempre en extremos–. Entre excesos de la nada y el todo. O simplemente trato de olvidar para no repetir, pero he estado repitiendo.
El vacío del autoengaño y la zona de confort.